Estaba triste y congelada. Solo había anhelado un abrazo sincero desde tiempo atrás, pero reprimí toda emoción que me alejara de lo correcto. Y lo correcto solo estaba bajo la influencia de un estúpido miedo de infancia, y el querer poseer siempre. No, no era lo correcto. Me engañé tan convincentemente, que no podía recordar el momento en que todo comenzó.

Furia, eso tenía en las entrañas. Todo lo que había hecho era para alguien más. Todo mi esfuerzo era por algo tonto, que ni siquiera me importaba realmente. Tampoco podía recordar cuales habían sido mis últimos pensamientos dedicados a mi misma y no a otro imbécil y a su puta de planta.

Estaba física y mentalmente cansada, enfurruñada, casi pataleando. Que se fuera, que se fueran todos esos jodidos idiotas y me dejaran sola. Eso quería, que todo el mundo hiciera lo que quisiera y se alejara de mi vida. Ya no podía más. Cuidar a la gente cansa, cuidar cualquier cosa, la mayoría del maldito tiempo, cansa. Quería relajarme y no pensar. Pero también dejar salir mis emociones para que no me exploten por dentro. Pero ¡a la mierda el mundo entero! Me cansé de pretender tener el control en una suerte de ilusión que siempre pierdo.

Da coraje, ¿sabes? que te roben así los méritos, y que te traten como basura mientras lo único que haces es dar amor. Da coraje sonar como víctima cuando tú también fuiste una maldita trota mundos. Pero da más coraje cuando ya no sabes quién finge y quién no. A veces hasta te descubres a ti mismo fingiendo.

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