¿Será que intento llenar un vacío con palabras y memorias?
Siempre suena así. Entre las recomendaciones de mi asesor y la locura persistente de las redes explotadas sólo me aferraba a la poca soledad que me quedaba.
Eran tantas hojas las que estaban sobre el escritorio. Tantas dudas, tantos trabajos. Corrí con el montón de hojas escaleras abajo, mientras caían algunas cosas. Contesté el teléfono.
-¿Y bien? – dije con un poco de irritación. -¿En dónde está mi chica?
El caller guardó silencio. Menudo secuestro.
– Te llegará un paquete. – Y colgaron.
Corrí a la puerta y ahí estaba, los juguetes sexuales, el anillo y fotos. La tortura estaba comenzando. Llamaron de nuevo.
-Ya hice todo lo que pidieron. ¿de qué se trata todo esto?
-Es venganza. – dijo una voz aguda.
-¿Venganza? – dije casi perdiendo los estribos.
-No la recuperarás – mi corazón se heló. – Al menos no como era, al menos no a ella. Es lo que pasa cuando fallas. Tendrás a la que no querías. – colgaron.
Llamaron a la puerta.
La chica molesta de tres años atrás estaba frente a mí. Temblé un poco.
-¿Me recuerdas gordo? – dijo con una mueca sardónica. La perra había vuelto.