Me puedo comunicar a través de ésto, porque es lo que me queda cuando mi boca está sellada. Solo observo las banalidades que quisiera frenar pero se me escapan de las  manos. Pirujas y brujas, eso veo a mi alrededor, perros y mal vivientes, gente sin corazón.

Me resigno con ser la femme fatale, a pesar de haber derrochado dulzura en un simple hipogrifo, que parecía inofensivo, se bajó la guardia y me logró atacar. Es lo que queda de mi, el resguardo de la más tierna niña dentro de una apariencia de la maldad. Y me quedan los besos, las pasiones y los fuertes atracones, del amor no queda más.

Cuando me detengo a pensar que me agradaría algo más del amor que ya tuve, hay pausa en el plan de resignación, la mortalidad me asecha y la adrenalina recorre mi cuerpo por la posibilidad de una nueva inventiva lograr. Sin embargo, en el fondo, el ser sabio que protege cuanto se quiebra regresó a lo mismo de no aguardar más.

Me vuelvo esclava del poder, del controlarlo todo. El comienzo es bueno, la emoción del fin se disipa, pero ante ese ciclo eterno que ya me tenía tan cansada, yace un nuevo plan elegante, sin venganza, solamente mi ser desbordándose por lo canales del cuerpo de quien arrobe mi pasión. No es fácil, no. Pero es la única solución. Llego lentamente, pero si lo quiero se puede, y con el poder ya estoy.

Dejo que pase, que todo se vaya; pronto llega el momento de disparar. La ideología está lista, la actriz también, voy a comenzar.

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