Supongo que te canso a veces. Supongo que no me importa.
No quiero ningún maldito contacto. Ningún sueño de amor perdido. Los ojos, el alma y lo demás se han ido a otra dimensión que no quiero encontrar.
Estuve a punto de admitir que todo era una mentira pero me la tenía que creer y esa no era la manera de hacer las cosas.
Dejé que los impulsos se apagaran solos, se desvanecían en mis dedos. El pulso se me aceleraba y yo no paraba. No lo quise evitar. Deja que me consuma el dolor y la pasión. Déjalo ser. Que duela. Que todas las malditas mentiras se me caigan encima y me consuman.
No quiero ir a ninguna parte por ti. Esta vez es mejor quedarme. Tal vez solamente estoy postergando todo, pero ya no quiero tener tus llamadas en el buzón de voz. No quiero ver tu rostro y tu apodo en la pantalla del celular cada vez que ya no te pienso, mientras recuerdo el daño que no me haces y en lo mucho que no me importas. No quiero perder el control. No pierdo. Nunca pierdo.
No quiero perder el mío. El tuyo tampoco, pero cuando siento que lo que tengo es una simple mentira lo dejo ir. El coraje me invade. ¿Qué de bueno podrías tener tú? o alguien más, ni pensarlo tiene sentido. No lo quiero. Todo es igual. Todos son los mismos, no quiero pensar en ti el día de mañana antes de terminar con mis dilemas, para luego pasar el fin de semana entre los tentáculos del monstruo que juré no era tan poderoso como yo.
¡Vamos! ¡Arrójate ahora a las nuevas garras del monstruo y deja que te mate! Los tentáculos no eran suficientes. Deja de fingir fortaleza y tenla de verdad. No necesitaba la prueba como para buscarla, llegaba sola. Y no quería probarle nada a nadie porque yo sabía lo que valía. Solo eras alguien más y yo podía perder el control o no, lo predestinado terminaría en el mismo punto del mismo ciclo. No haré más. Dejo que me destruyas sin imponer barrera mental ni corporal. No vales la pena y tal vez tampoco yo. Pero empezaba notar que mi narcisismo me sacaba del lodazal.
Supongo que te canso a veces. Supongo que no me importa.
