Dime, ¿qué sigue después de todo esto? Un vacío cada vez más grande. El barranco sin fondo. Estuve esperando que de algún modo me curaras o intentaras llenarlo. Pero estabas más vacío que yo.
Me quedan tus anécdotas y tus intentos de comprenderme. Pero nadie lo hace, nadie puede.
Finges ser yo, o como yo pero no te sale. No eres tan buen mentiroso ni eres tan malo como mi corazón. Sientes que te entiendo y lo hago. Me haces tu exclusiva, tu pañuelo, tu amante, tu todo y yo no tengo nada que ofrecerte por hoy. Solo satisfacción.
Recuerdo todo lo que ha pasado y es difícil no pensar que es basura, los recuerdos más atesorados fueron photoshopeados por la imaginación y el amor que ya no está. Claro que lucían perfectos. Pero le quitas la edición y puedes notar el gran agujero negro que lo consume todo.
“No te preocupes», me dice un ángel que me aconseja. “Sabes lo vacíos que son sus besos, sus abrazos, su cama». “No te pierdes nada que no tenga cualquier puta de taberna». Y es verdad, es verdad que tu palabra y tu cuerpo ya no vale nada, que lo que me hace quedarme es una unión un poco más intelectual que podría matar a mi antojo.
Me quedo por diversión pero a veces me aburres. Esa no soy yo. ¿De dónde sale todo es agobio que de repente me consume? ¿De las falacias o de tu esencia compartida? Y ni siquiera importa tanto. Es que odio no ser el centro de atención, quien requiere al esclavo, quien no tiene perdón. Sexo, eso me salvó de la depresión. Siempre estás ahí, dándome lo que quiero, hasta el mismo amor que ya no requiero. Pero no me interesa si no soy solo yo.
Al fin y al cabo solo tengo que olvidar por completo que alguna vez me importaste. Porque al final los asuntos que me requieren lo son más, y tú te has convertido en solo comida.