Me siento triste. No precisamente por el dolor que significa perder sin tener. Me duele una realidad que ahora solo es fantasía. ¿Qué es lo que está pasando? Me dice que me ama y que va a luchar por mi, y luego dice que simplemente acepta un destino que siempre nos va a separar. Le digo que lo seguiría al fin del mundo y me dice que adora esa fantasía que para mi es la realidad.
Le digo que con el tiempo y la distancia me va a olvidar. Y dice que siente lo mismo, luego se marcha sin más. Dice que me ama y que la falta de tiempo tiene una justificación que entiendo, pero que al final será así y no tenemos solución.
Si se quiere se puede, lo supimos, lo juramos, lo dijimos y lo hicimos. Pero se ha perdido mientras cruzaba el mar. Lo siento perdido así que prendo el faro, pero me dice que sabe a dónde va, que lo apague, que estamos bien, que siempre lo vamos a estar.
No quiero celos, no quiero excusas, no quiero ni rastro de acedia ni tedio. Lo quiero, y lo que hemos vivido, no somos solo aventuras, somos la maldita historia que no quiero dejar pasar, y él solo se me esfuma. La esperanza se deshace en el agua, como espuma en el mar, como una simple bruma. ¿Qué puedo hacer yo para respirar?
Mis palabras delataron, me desequilibraron y se volvió a ir pese al esfuerzo de mi ser roto y petrificado. Me dice que tenemos los mismos miedos pero el único que aflora es el mio. Estoy sola, me siento sola. Nunca fue un problema hasta después de él, que es como la marea, me revuelca sin piedad; las olas son como abrazos y me tengo que arrojar, que el agua reviente mis pulmones, que embriague mi ser y que el veneno se disipe de una vez.
Lo perdí en la noche y cerré los ojos para reencontrarlo en alguien más que sabía que no llenaba sus zapatos pero era la costumbre de sus amores vanos, así que la soledad me abrazó a ratos. Como si el tiempo no hubiese pasado se aferró a mí y me prometió el mismo amor eterno pero disfrazado de cierto desencanto que yo ya muy bien conocía. ¿Sabes que pasó? Seguí sin creérmela, así como siempre lo he hecho, con precaución y a sabiendas de que moriría por voluntad propia, sin confiar de verdad en lo real, pero sí en mis imagenes mentales, en las ilusiones y los ideales que le pegaba en la cara a las personas. Porque lo quería pero no confiaba, y el nuevo él era un viejo ser que ya me había traicionado y que en realidad ya había olvidado pero que me daba todo ese amor tardío que él guardaba en un barco.
Pero ya no quería al viejo, lo quería a él. La insensibilidad dejó de ser opción viable y solamente se convirtió en actitud de reserva. Después noté que el viejo seguía acostándose con la puta que me acosaba, que leía lo que yo escribía y destrozaba mi alma en cada ocasión que se atravesaba con montañas de información. Un día pensé que nos entendíamos y que incluso podríamos ayudarnos. Culpé al viejo y perdoné a la puta, cuando la culpa era de ambos. Decidí olvidar a la puta y ya sabía que el viejo no cambiaría, y que cada vez que me mintiera yo me enteraría, que con el tiempo ya no dolería y que al final llegaría mi turno. De eso se trataba su competencia enfermiza.
Deseaba ser sólo del nuevo pero me lastimaba su lejanía y compromiso endeble. Era un experimento entre el deseo de mantenerme fuerte, alejada de cuanto me turbaba y de igual manera guardar mi cuerpo para el verdadero ser amado, y no sólo para el viejo que vivía conmigo. Le tenía cariño y a veces admiración, pero ¡vaya! era un maldito sin corazón.
Me dormí pensando que la puta moriría en algún momento de esas enfermedades que le dan a gente como ella, que yo me guardaría y que el viejo me querría a su lado mientras yo desaparecía. Había muchos dormidos, como mi alma y su alma en lo recóndito del mar.
Después de muchas quejas sonoras, sabía que en la madrugada él estaría allí, en ese constante ajetreo que caracterizaba su vida. Yo despertaría tarde y le diría cuánto pensé en él aunque fuese mentira. Me sentiría un poco mal por mis exageraciones, luego decidiría perdonar al viejo por sus acostones, para después de nuevo comenzar. Y ya casi no lloraba porque siempre era igual. Y ya casi no dolía, solo daba tristeza tener que borrar para volver lo mismo a dibujar. Pero era el bucle en el bucle, eso le dije a la puta, el bucle en el bucle jamás va a terminar…