Me encontraba en mi cuarto comiendo mientras hacía varias cosas a la vez: escuchaba a Grizfolk, compraba cosas por internet para regalar en navidad a mis compañeritos trabajadores (un barco de papel, algo no muy caro), y consideraba seriamente limpiarme, cuando todo comenzó a temblar.

Salí corriendo hacia la salida de mi pequeña habitación a tal velocidad, que olvide una sandalia. Una infinidad de líquido rojo se extendía por las paredes.

Todo se sacudía y apenas podía pensar en qué hacer para escapar de aquella situación.

Cuando logré vislumbrar la salida principal, pude ver que todos los que trabajamos en aquel palpitante lugar corrían como desquiciados y se aventaban al abismo que nos separaba de los demás órganos.

Decidí averiguar de qué se trataba todo ese alboroto y subí a la sala de control por medio de mis compañeros más delgados. Me conecté con los sentidos por medio de la computadora central, lo primero que apareció fue un enlace con la vista. Parecía que estábamos viendo a un chico. No pude evitar alzar los ojos hacía el cielo.

Yo, el corazón, siempre veo como se destruye todo a mí alrededor. Ahí vamos de nuevo, a enamorarnos una vez más.

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