Tú y yo, y la improvisación, la imprudencia y una canción, o dos o tres. Perdí la cuenta, tú date cuenta que… yo solo quise quererte.
«Las vacas» – Paulino Monroy
Era como si tuviera un plan de por vida que en realidad jamás pensé demasiado. Simplemente estaba ahí, como algo bello, sencillo, pequeño y mágico que se escondía de mi por mi temor a lo real.
No planeaba escapar, ni del tiempo ni de la vida, porque después de conocerlo todo, no quedaría más que vanas palabras pidiéndome que no le olvide, que podríamos ser más. De repente no me importaba nada porque podía ver en sus ojos la eternidad, y eso era lo que quería, lo que me hacía olvidarme de todo lo demás, del plan principal, lo que esperaba, eran mis ganas de amar.
Ahora no podía más que llamarle en silencio y arrancarme a pedazos lo especial, todo lo que me hacía soñar y que ejercía una suerte de control, un dolor que de repente solo se desvanecía.
Lo quería ver, quería tenerlo, como si una parte de mi sintiera que algo dormía dentro de él y requería ser despertado, quería ser quien daba lo que faltaba, en una suerte de empujón siniestro, porque no olvidaba su rostro, no olvidaba cada día y no podía desear nada más.