Han pasado varios días desde que me mantengo en una paz callada, desde que no estoy perturbada por lo externo y simplemente continúo sin importar si duele, porque he tenido y he sido lo que he querido, nosotros lo seguimos siendo, y sobre todo porque has estado ahí.
Nunca había estado tan cerca y tan lejos del cielo, mientras todas las ideas me consumían y me llevaban hacia la incertidumbre rapaz.
El dolor ya no era dolor y cuanto me rodeaba se conviertía en luz. Aun me quedaba ese álbum fotográfico mental del que tanto he hablado, ahora guardado con tantas esencias tuyas que ya parecía de tu vida y no de la mía.
Flotaba entre melodías que parecían enajenar mi cerebro justo al grado elemental, como una suerte de morfina que me encendía de a poco.
No espero que me entiendas porque no soy clara a propósito. Solamente disfrazo con metáforas una realidad que de real no tiene nada, porque la fantasía me está ataca con rudeza y secuestra mi alma. No es pseudológico, va más allá del sol. Es como explorar el universo al son del candor.
Es aquí donde comienzo la historia que tanto miedo tuve de escribir, en donde las ideas salen a flote en un arranque de inspiración y no me detengo ni a respirar.
Es en este momento que comienzo a quererte locamente y que no importa lo que pase, o lo que no pase. Simplemente digo que te quiero y que da igual el dolor, desde hace un rayo ya que no lo siento, y no le tengo miedo a la muerte interior esta vez. Tal vez me crezca otro corazón, o tal vez me crezcan dos.