Me encuentro devorando mares de soledad sin parar mientras me niego a extrañarte.
Mi condena fue irme sumergiendo en un laberinto submarino de amor.
Sin nunca poder salir a la superficie, ya casi puedo respirar con branquias.
He de revolcarme en cuanto me queda de ti, mientras mis deseos aumentan exponencialmente.
Te adueñaste de mi mente y alma tan profundamente que ahora no puedo dejar de pensarte.
En cuanto mis labios tocaron los tuyos quedé presa de un hechizo mortal,
en cuanto sonreíste por vez primera, no lo pude evitar,
quería verte sonreír desde ese momento por siempre y para siempre,
porque ahora esa sonrisa es la luz que ilumina mis días grises.
Ahora te extraño y anhelo tanto, desde mis entrañas,
desde mis redes de ficción,
y solo me pregunto ¿en dónde está mi corazón?
Puedo responderlo, es lógico y certero,
sin embargo, aún no puedo concebir el día sin ti.
Tan perteneciente soy ahora, tan inconmensurable es lo que siento, mi divino anhelo.
Me desvanezco, pensando en todo,
pensando cada cosa que me encanta de ti.
Y vuelve esa sonrisa a mi mente,
¡Dios! ¡Esa hermosa sonrisa tuya!