Siempre hacía lo mismo sin poderlo evitar, mucho menos ahora que tu sonrisa flotante aceleraba mi corazón sin siquiera estar presente. Parecía que todo estaba en mi mente y en mis sueños indecentes. El estómago me dolía, los nervios y mi estúpida risa de nuevo aparecían. Había controlado por días el sentimiento de querer decirtelo. ¿Por qué?, la desesperación me dejaba en un profundo foso y se transformaba en ansiedad. Era imposible de explicar el por qué de la nada me daba ganas de gritar y llorar, o mi vida rebobinar. Pensar en un objeto de mi furia amorosa mágicamente te hacía aparecer frente a mi, al menos tu nombre, la idea de ti, tal vez tu fantasma que me arrastraba a una cama en donde me conviertía en lombriz, me retorcía y fatigaba mi espíritu mientras se asfixiaba el interior. Intentaba darle pelea a lo provocado en mí por causas etéreas y ligeras, casi luminiscentes. Tú, tan lejano y tranquilo, sin conocimiento de cuánto me perturbabas, continuabas en tu rutina inamovible, tan en paz como siempre, mientras yo, tan loca y tan intensa, cambiaba todo mi mundo con cierta ansia devorativa. No estás para saberlo, pero mantener el control en ese monstruo que desatas desgasta como un huracán contenido en un pequeño cuerpo.
Me cuestionaba cada palabra tuya, y me preguntaba: ¿qué buscas?, ¿qué necesitas? Siempre suele ser tan simple responder a esas preguntas, pero yo me encontraba perdida y derrotada, lloraba a mares por la inestabilidad, te deseaba sin cesar. Pero cada acto, cada palabra, me parecía demasiado y temía arruinarlo todo cuando no sabía si realmente había algo entre nosotros o si eran figuraciones mías.
Era un tema tan simple, que me sentía ridícula con mi sobrepensar, pero no me quería conformar. Detrás de esa cruel apariencia de sal podía existir mucho más, no era certero, pero me imaginaba que te habitaba todo aquello que a mi me inundaba en lamentos, deseos y tormentos.
Me hacía mapas mentales de los aromas, con suspiros y anhelos; recordaba todos mis refrenos y los sueños como imagen de todo aquello que me perdía y me encontraba, para luego revolcarme y condenarme.
Pero era un tema tan simple, al menos para ti.