Cuando las luces se apagan
y el silencio llega,
el aposento se reclina en el estándar lejano de la soledad,
el aire de las dulces veredas del bosque
penetra las ventanas invisibles,
cerradas a la par sobre la cabeza de algodón que protege tus sueños.
La esperanza en el amanecer se calla
mientras el sonido de tus sílabas pronunciadas en la calma
envuelven en sábanas el cuerpo.
Me siento en otra dimensión
en donde el ruido no existe,
la tranquilidad me cubre,
las paredes se empequeñecen,
y guardan tus secretos alternos.
Los dedos resbalan por cualquier superficie
mientras la respiración se acompasa,
y cesa la angustia.
Cuando deposites lo que llevas dentro de un cajón
ya no se perderá.
Imaginas el corazón cual pequeño tambor
después de cenar,
de tanto anhelar,
relevas tus deseos,
le cuentas a la almohada
tus penas de amor.