En un mundo perfecto la sencillez me convendría, porque lanzarte un argumento que valiera la pena sería un tormento. Desde hace tiempo que no hay cabida para nada más que el tedio total, no hay cambio alguno, el talento no ha mejorado y cuando está oscuro no hay estrellas ni aurora. Sin embargo, un número limitado de sueños ha decidido inundar las noches con pequeñas ideas que vale la pena meditar. Cuando hablo, no suelo pensar demasiado, como si un animal se apoderara de la supuesta mente que digo llevar, y cuando veo a la autoridad pasar y las mujeres se alborotan, yo me escondo, con esta pizquilla de incertidumbre que no se puede alejar del humano; se vuelve algo inherente que me avergüenza de a poco.

He trasnochado pensando en vuestras iniquidades; siempre digo que no me importa aunque sea mentira, mi garganta se cierra y no digo nada coherente. Mi tono de voz se aleja a medida que te escribo aunque aun no lo sepas, tal vez si leyeras mi diario de un infarto mueras, por la risa, la burla o el asombro; a ese tono chillón que caracterizaba mi alegría intermitente lo remplazaba un tono seco, brusco y grave que apenas conocía, pero que me permitía narrar a detalle el comienzo de una historia acerca de todo aquello que no quiero que pase, que apenas supongo pero me acongoja el corazón.

No tengo permiso de derrochar mi tiempo en dolores del ayer, en lo que terminó mal, aunque quizás aun no termina, así que duele pensar en todo lo metafórico o quizás en lo real. Me invento un sufrimiento para parecer interesante, para tener historia, y lo puedo recordar.

¿Cómo podrías en dos noches tirar todo el conservadurismo y remplazarlo por un espíritu loco que no se puede guardar ni tranquilizar, que consume el raciocinio y no se aplaca al respirar? Si estuvieras en una lista de pensamientos que transcurrieron por el camino adecuado de la mente que cada semana cumple su rutina, sabrías que hace poco, la vida ya no importaba en mi cabeza; solo elevaba una oración a Dios cada noche, reconociéndolo como el único amor de mi ser y de mi alma, mientras le pedía que en favor de tanto amor, me llevara con él. Quería irme como polvo, como espuma, como aire que flota al amanecer. Pero no sucedía, y mientras más tiempo pensaba, el sentido que tenía continuar en una existencia superficial sin que otro humano en la Tierra tuviera alguna necesidad que mi presencia o mis acciones pudieran concretar, se esfumaba. Al no ser requerida de la manera que yo esperaba y por no haber concretado ninguna forma de vida, el hecho de marcharme por gracia divina resultaba la solución más acertada para mi religioso corazón, sin que fuera obra de mi propia mano, porque el miedo a las consecuencias era algo que en mi ser no se había apagado.

Como fuente de todo esto está el sufrimiento, no físico pero sí una suerte de tormento mental que terminaba afectando mi salud corporal, al grado de inutilizarme de a poco. No sabía si ese era suficiente fundamento para todo lo que pasaba por mi mente o la explicación más sencilla era mi debilidad humana extracorpórea que solía agazajar mis deseos de confianza. A pesar de todo, de la tristeza que no acababa nunca ante las ironías de la vida y de los retos que regresaban a mí con el paso del tiempo después de no haber podido superarlos, era más que comprensible tener miedo, y no lo digo por justificar mi cobardía, sino por saberme cien por ciento infeliz al intentarlo de nuevo.

Luego de todo cuanto pasaba por mi mente en una lucha interna y sin acción, pues la acción apenas se avecinaba con su dificultad correspondiente contra mi inutilidad, los sentimientos que antes le daban sentido a una existencia inocente se apagaban lentamente por la indiferencia y la anulación total de lo que antes me hacía diferente lo volvía todo gris.

Llegaste con tus ligeras palabras sin sentido aparente, con una ironía obvia que perturbaba mi mente; no me permitías hacer un juicio coherente, todo eran suposiciones, ideas, me elevabas lentamente para luego dejarme caer. Te ibas y desaparecías después de intensos momentos en los que fuiste por poco algo de todo aquello que me gustaba de vivir y lo traías de vuelta sin ser tu obligación en absoluto, lo hiciste inconscientemente, tan solo con ser tú, tan similar a mí; tan distantes ambos, sin ser nada más que otro ser viviente en situación de calle que en la lejanía cumplía con su parte de existir a pesar de cada situación en contra de lo deseado y con el dolor latente de cada herida en batalla, con esas cicatrices que nos volvieron tan duros por fuera y tan débiles por dentro.

Confesaste y me dijiste tanto con tan poco y yo correspondo a ti en lo mismo y un tanto más que en un gusto; la emoción que yacía muerta se presenta sin pensar. La experiencia no es mi fuerte en situaciones de desengaños, y tú dices y haces, luego desapareces; me consumes de lejos con frases simples, pensamientos fuertes, despiertas en mí un mecanismo mental que me lleva más allá del pensar en lo que digo, más que en cualquier otro momento de mi vida, así que razono a profundidad, hago juicios de lo que siento y pienso como una suerte de impulso, una respuesta a tu personalidad tan complicada, que guarda cierto narcisismo negado y se confunde con modestia en partes.

Sin embargo, pese a todas mis quejas por lo que hemos pasado, pese a mis incoherencias y problemas mentales que ni siquiera yo conozco por completo, poco a poco se va presentando un sentimiento extraño que no me había sucedido antes. La existencia de esta servidora se convirtió desde hace mucho tiempo en el hacer todo con esfuerzo y no lograr nada más que reclamos de la inutilidad de mi persona en todo aspecto. No había pensamientos positivos ni ganas de nada, todo era gris.

Y ahora no sé quién es usted que sale de la nada a jugar un poco con la única cordura que me quedaba, que se emociona inúltilmente ante un ser extraño que le sorprende y que no conoce aún; estoy consciente de que todo puede doler, de que no hay nada contundente que justifique mi sentiry se que esto era lo que menos deseaba. Estoy un poco más loca por su causa y tal vez me levanto un centimetro de la escoria con sus palabras, me hace sentir viva cuando lo que quería era desaparecer de la faz de la Tierra.

Lo agradezco y aprecio aun cuando tan solo lo veo, porque entra en mí un sentimiento extraño y cierta necesidad que alberga mi corazon ardiente, tal vez de ti, tal vez solo de sentir. Quería contar un poco de lo que ha provocado en mí, cuanto contiene mi mente, la histeria y locura que me llena, tal vez hasta estupidez y exageración por inventarme un cuento de hadas sin que nada ni nadie exista, pero yo lo digo sin pensar; a veces tan solo no me sé expresar, o no sé que decir, solo se llorar. No me tomaría la molestia si igual me diera, lo que no sé es si usted como todos solo juega o si de verdad le interesa, ¿y por qué salir de mi zona de comodidad?, la soledad es buena, pero usted lo es más.

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