Podría continuar hablándote de las estupideces del tiempo por un rato más, y de tanto más porque las palabras me consumen y me anulan. Digo nada cuando intento decirlo todo. La insuficiencia cubre al alma cuando el amor intenta hablar. ¿Es locura? En ti he encontrado paz. Los diagnósticos errarían, porque no parece aun descubierto el sentimiento, es lo que enferma y cura, hace tambalear pero te proporciona el equilibrio perfecto para continuar. ¿Te digo que lo tengo?, ¿eso de la voluntad y la pérdida de cordura en intermitencias constantes que quiero sentir como eternas? Lo tengo, no diré que el tiempo me vuelve una Julieta apenada, no diré que me cuentes un historial. No quiero el error del ayer ni los del mañana porque te veo y la perfección lo cubre todo.
Tengo el calor de un abrazo que, no tan largo como quisiera, se inmortalizó en recuerdo: el aroma de las hojas, tus letras y su consecuente tipografía; el sonido de tu voz, las canciones y la dulzura; un Reverie que me consumió hasta las entrañas; tengo el deseo y la bendición; el agradecimiento al cielo. ¿Sabes que me faltó? El beso más perfecto, con el que sueño, duermo y despierto. La música se quedó en el pecho, la sonrisa se ensancha y los pies bailan sin poder parar. No son los zapatitos rojos que perdieron a la huérfana, es el camino amarillo al mago, es la felicidad tomándome de la mano y sacándome del pantano.
El cuerpo se estremece entero y los ojos lloran lágrimas de alegría con palabras que salen de tu ser, con tu existencia y tu totalidad. Quería gritar un ¡sí!, pero me ha perseguido el miedo de parecer incorrecta, y un miedo más a mi que a ti, puesto que por alguna razón que existe por responsabilidad de la conexión inaudita y el sentimiento irrepresentable en arte, al decirte todo y sentirme tuya me siento a salvo; soy yo, eres tú y juntos somos.
El miedo es a mí y a una intensidad inminente, a mis perturbaciones y a mi errores; al espantoso monstruo que puedo llegar a ser con el tiempo, al espectro domesticado que crearon, a la toxicidad andante, a la inseguridad y los problemas, a la tristeza y el patetismo; a mis ganas de anularme de a poco y al optimismo simple pisado y convertido en lodo.
Me salvas, lo alejas; al monstruo, a la bestia. Pero la soledad ha sido tanta, que en pequeños lapsos de ausencia, lo irreconocible me representa y a los errores los arrastro desde la espalda hasta los talones, con peso inconmensurable, con agonía, ansiedad y angustia. Sé que la respuesta es honesta, las palabras claras y tu rostro sereno. El encanto te alumbra y lo exhalas, dirás que no importará; da miedo que importe pero da más miedo perderte por miedo.
Lo quiero, lo sabes. Me cambias, me elevas, me llenas, me encantas. Es irrepresentable en palabras lo que explota dentro del pecho, lo que enajena la mente. Lo intento, y me quedo, los dedos vuelan, la sonrisa va y viene. Te quiero, este es mi segundo intento si borramos el preludio mal hecho, ignoremos eso…
Como imaginaba el resultado no complace, pero el intento permanece; que de ahora en adelante el sentimiento me refuerce, el intento se prolonga y vienen mil más…