Seguía acostada, con la sensación de tener una gran roca encima. Di manotazos a todos lados en búsqueda de mi celular. Las notificaciones estaban silenciadas porque me fastidiaba el mundo entero y sólo quería dormir, pero ya era temprano y necesitaba leer sus buenos días para decirle otro tanto. No estaba segura de si estaba despierta al cien pero le dije buenos días. Me respondió con algo similar y miles de emoticones de corazones, besos y changos apenados. Yo hice otro tanto. Sabía que sus días eran pesados y que era fácil que cayera en manos de gatas. Pero no era inocente. Yo sólo seguía en mi cápsula, esa que me mantiene a salvo del mundo y que a veces odio, pero igual funciona. No quería levantarme de la cama porque terminaríamos hablando por teléfono y yo sólo quería darle espacio. Era tan difícil tener una relación. Piensas si sí o si no todo el tiempo, para no agobiar. En algún momento me había dejado llevar como él me dijo y me perdí en el amor no correspondido. Cuando encuentras el equilibrio entre ese amor y el poder, empiezas a entenderlo todo, pero no por eso es más sencillo.
El hecho de darte fuerzas a ti misma, a raíz de las traiciones es un problema monumental. El llegarte a amar de tal manera que todo te complazca y nada te dañe, debería ser premiado con un nobel cada año. Sensibilidad al tope. Sigo mirando el techo y considerando su propuesta de quedarme en su casa una semana, sabía que tendría que trabajar y que todo mi descanso vacacional se arruinaría. Pero no estaría con ella. Me daba risa pensarlo, en eso y en la mentira. No quería arruinarlo como él cada vez. Ese era el sentido de llegar a tratos atroces, cumplirlos aunque se te caiga un pedazo por paso.
Mi estómago gruñó. Tenía que desayunar y dejar de divagar. Supongo que la noche fue un poco pesada y me hizo imaginar de más.