Quisiera detener mis manos con barreras, con amarres y resacas, para que se me olvide lo que es actuar llena de impulsos, para calmar el temblor nervioso que aparece en ellas cuando los pensamientos se depositan dentro de la flora intestinal. Las acciones solo ocurren, nunca hay más. La premeditación está sobrevalorada.
Entre los métodos recomendados para la silueta perfecta, estaba todo eso, todo eso del desamor y de la impaciencia. El amor me consumía y no me daba tanto tiempo para pensar. Los días se iban como agua por el drenaje después de un largo baño, y no se podían sostener en las manos.
Benditas manos que me llevaron más lejos de lo que mi mente deseaba permitir. Fueron mis actos, no mis pensamientos los que me hicieron sobresalir. Por dentro aun soy cobarde. Por fuera, una asesina.
Mis pensamientos humanitarios ya no me pueden salvar. Miro mis manos una vez más.
Las esposas me lastiman, pero la sentencia de muerte no me vendría mal.