Me siento triste, presionada y desorganizada. Como si no tuviera el control de mi vida, aunque me la pase alardeando. La soberbia me decía que no necesitaba a nadie y que todos eran una verdadera carga, yo sabía que no era así. No podría decir en qué momento había perdido el disfrute, o por qué parecía que todo lo que me gustaba se convertía en una especie de sustancia inalcanzable que para conseguir debía hacer toda una lista de proezas y pagos karmaticos. Así prefería no tener nada. Prefería morirme y terminar con el desgaste que me causaba unas ganas enormes de deshebrar mi cerebro. Destorcerlo y acomodarlo como un dulce cable cargado. O tirarlo lejos al mar, en dónde ya no le hiciera daño a nadie con su energía sintética, magnética y perversa.

Deja un comentario

error: Alert: La selección de contenido está deshabilitada!!