Luego del contraste que se originó por lo contado en clase de narrativa en comparativa con su vida del periodo en curso (solo ese periodo), le comenzó a parecer que sus experiencias eran bastante comunes. Esto no quería decir que ella añorara el desastre, el pasado y los problemas sociales, pero saber de algunos de éstos, con el ejemplo perfecto que resultaba siendo una guerra civil, terminaba haciéndola sentir fuera de lugar, inútil y sin voz. El brazo quebrado, los cambios de nombre por parecer más interesante, los gustos: la música, la literatura… nada ayudaba con nada, ni en superación ni en terapia.

Su rutina consistía ensayar sus discursos coloquiales en su cabeza y en las clases sin opinar nunca en voz alta, prefería quedarse en silencio por miedo a la falta de originalidad. Cayó en esa banalidad de la vida a escondidas, sin amigos, sin pasión, exploraba entre diferentes opciones y luego de recorrer en repetidas ocasiones los mismos caminos, caía en la cuenta de que siempre tenía el mismo final, se quedaba sola, la traición la aterraba y sus pensamientos oscuros solo la alejaban de los demás. Lo único seguro era la muerte, o al menos eso se veía en su clase de narrativa de la guerra civil española.

Salió a caminar un rato. Solamente decidió salir del salón, escapar por un momento y borrar toda la carga que implicaba reconocerse a sí misma. Se encontró con el chico europeo que le gustaba, ese, el de su clase más extraña, el de la clase sobre la muerte y la guerra fratricida. Sintió calor en las mejillas al devolverle un intento de saludo lejano. Siguió pensando en todo y nada, se sentía extraña. Era la hora de la comida y sus deseos iban más allá de todos los asuntos gastronómicos. El chico bajó la mirada después de la sonrisa y ella dio media vuelta y escapó. Le asombraba su capacidad para huir de esas situaciones y el recuerdo de sus desgracias ante la precipitación o la desidia la llevaron a pensar que siempre era mejor no hacer nada. Claro, si sucumbía a sus pasiones le rompían el corazón, si esperaba demasiado simplemente alguien se aburría. La cuestión del equilibrio no existía, ni se contemplaba a lo lejos.

Las mentiras flotaban en el aire, las ilusiones idiotas en la tierra. Ella simplemente continuaba recordando. La esencia, que era como cierta atadura magnética de las bestias sin alma, de los cuerpos que, a pesar de parecer candentes, culminaban en desolación, aunada a la pasión desenfrenada, simplemente se extinguía, y no como un ave fénix que resurge de las cenizas, sino como una explosión planetaria que culminaba en la nada: en el vacío y en la perpetua soledad. Flotar en el espacio sin vida y sin preocupación no suena tan desolador – pensó estúpidamente.

Cierto tiempo atrás, también recordó haber escuchado en un programa de radio, a un comentarista burlándose de la gente que se obsesionaba con alguien, y que incluso después de las peores decepciones, -que incluyen todo tipo de indignidad y pisoteo a la persona agraviada-, simplemente decidían quedarse ahí, y no podían alejarse de la situación tóxica en cuestión. Por supuesto que el comentarista se burlaba, a cualquiera le resultaría estúpido, y hoy todos negaremos que nos ha pasado, porque esas cosas, sí, en efecto, solo les suceden a los perdedores.

El comentarista dijo algo así: “No pueden dejarlos a pesar del daño que les ocasiona, y dicho daño es como si ellos mismos se lo autoinfligieran” – el comentarista rio sardónicamente. “Esto es, porque les gusta su aroma, sí, los olores, las palabras, el cabello, los dientes; la maldita química sexual” – todos ríen: el comentarista, los radioescuchas, la chica de mi cuento, mi lector. TODO EL MALDITO MUNDO RÍE.

“A mí no me pasan esas cosas”. “La conexión no existe”. “Los animales evolucionamos” – todos dicen en sus mentes y lo incrustamos en las mentes de la persona de enfrente o a la distancia, o en un texto virtual. Solo se necesita al mejor espécimen para reproducirse. Busco fama y dinero; busco caderas, muslos, nalgas, paquetes, lo de enfrente y lo de atrás, los melones, la voz seductora, la altura, la pretensión, la personalidad hiriente, la maldad disfrazada de bondad, lindos ojos, nada de corazón; pero la esencia también existe: “sí, supongo que es eso de qué tan buenos son en la cama” – todos siguen riendo. El qué tanto me fastidias, y si me fastidias te dejo porque es la única solución y hay demasiados peces en el mar como para no querer probarlos todos. – todos siguen riendo.

La esencia y la calidad de humano se pierde. Cuando Vallejo me habla de unidad y de amor, me estremezco y una lágrima rueda mientras leo en la oscuridad. La guerra no se olvida, y ni siquiera estuve ahí. Ella también deja salir una lágrima al recordar como decidió ignorar al chico de su clase más rara. Se limpia la lágrima, me limpio la lágrima, TODO EL MALDITO MUNDO SE LIMPIA LA LÁGRIMA, pero en secreto, porque no nos podemos permitir ser vistos en esa posición. El comentarista al fin dice las últimas palabras para luego callar: “Esas cosas no me pasan, eso es para perdedores”. “La esencia no importa”. Y continuamos viviendo.

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