El día del baile me asusté mucho. Siempre dicen que eso me pasa por mi sensibilidad de mujer y porque no estoy acostumbrada a ser empática con quien me resulta extraño. También me dicen que tal vez no soy empática en absoluto. Yo siempre pensé que eso era una tontería. Hay veces en que uno no sabe simplemente ni quién es, así que, ¿cómo comprender a todo el mundo?
Fue todo un baile, de aquellos elegantes y pomposos que duran toda la noche. Me dediqué a corretear por todos lados en mi pants de peluche color verde, con mis dos coletas golpeando mi cara cada vez que giraba con brusquedad. De lo rápido que iba al correr, cuando me detenía un segundo a observar, la gente iba cambiando de ropa y de estilo; cambiaba la música y los aromas. Todo se modernizaba, incluso yo. Luego de la diversión con las luces y los humos que solo podía vislumbrar por los reflectores, me vi envuelta en un escotado y ajustado vestido rojo. Mi mente de niña no estaba más. En lugar de seguir correteando, bailaba, y bailaba con toda la gente que en algún momento fue parte de mi vida, los iba reconociendo. Hubo alguien, sí, hubo alguien con quien bailé mucho tiempo, pero no sabía quién era porque de repente todos usaban máscaras. Lo busqué y me quitó un buen de rato de vida. De estar con la emoción de los humos y la comodidad del pants de peluche me pasé al: ¿dónde está aquel hombre que bailaba y olía tan bien? Así se cambia de prioridades.
Pasó el tiempo, en una suerte de baile eterno que consume. Me vi bailando con el sujeto deseado. ¿Cómo pasó? Ni siquiera yo lo sé. Dicen que atraes lo que deseas. El sujeto tomaba mi cintura y besaba mi cuello. No lo veía bien por los humos, las luces y la máscara. Todos nos miraban y aplaudían, como si fuese lo que habían estado esperando durante el baile, como si fuéramos un tipo de espectáculo. Me pregunté que sentiría el hombre a mi lado. Era difícil de imaginar alguna cosa entre toda la algarabía del momento.
Lo verdaderamente atroz ocurrió después. Se quitó la máscara. ¡Era un demonio! ¿El demonio existe? Si existe, era él. En mi mente resonaron las palabras: – “Pregúntame mi nombre”. – Yo solo respondía en mis pensamientos – “No me jodas”. Y de ahí puro: – “Devil, Devil” por unas dos horas, repitiéndose en mi cabeza. El hombre sonreía y yo también, pero mi sonrisa era falsa porque todos me observaban. Nadie notó que era un demonio. Nadie lo nota nunca porque él solo te atrapa. Me decía que no era un simple demonio, que era el mismo diablo y me explicaba toda la jerarquización que no me molesté en escuchar, y como me lo decía en mi cabeza yo intentaba llenar mis pensamientos con la melodía en curso. Me enfocaba en el baile.
Sí que me asusté ese día. Y cuando conté la historia, todos lo minorizaron y me dijeron dramática: “es porque eres mujer”, “él es una buena persona”. Nadie prestaba la mínima atención a mis complicaciones, ni al nombre, ni a lo demás. Yo misma debí haber puesto atención a mis complicaciones, pero era como si el destino me llevara de la mano y me robara las decisiones. Era como estar en La plaza del diamante convertida en una Natalia que termina siendo Colometa en medio de la guerra, con el dolor y el color del determinismo. Pero la vida no debería ser así.
Al final, me casé con él porque dijeron que Lucifer era un ángel.