Una extraña combinación de sensaciones culminaban en un punto del espectro de luz; el lugar en el que en la recarga de un todo, el espectro final del movimiento quedaba ensombrecido. En esa oscuridad total, en ese silencio, es en donde aparece la insensibilidad.

Entre el todo y la nada, hay paz y locura, insomnio y pereza, ilusiones sin explicación y luego los planes frustrados. La desidia, la espera, las risas y llantos. El conjunto concluía en eso, en la nada siendo todo. Los sueños de las últimas semanas lo confesaban, había guerras y luchas pero en los más trágicos contextos de todo cuanto puede contener mi drama, estaba la tranquilidad, vaguedad, indiferencia.

No importaba la adversidad, después de un rato pequeño de palpitaciones, todo se convertía nuevamente en soledad. Estando en el tumulto no escuchaba más que mi ensimismamiento, las voces en mi cabeza; lo que fue y lo que será. No faltaba más.

Así que en eso concluye la intensidad: en todo y nada, en la supresión de los sentidos, en la supresión del ser. No hay mejor método de escape, que la involución de un agujero negro.

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