7 DE SEPTIEMBRE 2018. LUGAR CONOCIDO
Te saludo lector desde la congoja en que yace un alma solitaria, pero augurando buenas nuevas para las próximas temporadas:
He venido a contar una historia, no tan vieja y no tan nueva, de la cual podrías formar parte.
Solía estar todo el tiempo pensando en las grandes ideas que pretendía escribir. Al final, nunca pasaba nada. Todas las ideas se desvanecían al momento de vislumbrar la página en blanco. Siempre me había gustado hablar de todo, escribir de todo, saber de eso mismo. Era complejo comenzar a redactar cuando tienes tanto que dar y tan poco tiempo. Siempre había algo que se quedaba fuera.
Cierto día, desperté de un humor poco peculiar en mí, con alegría. Tal vez hasta el amor se me desbordaba por los ojos. Después de muchos años aletargados sin escribir nada, con los cafés eternos y las tristes madrugadas, decidí comenzar a escribir.
Desperté de un periodo de hibernación que abarcaba más o menos dos meses, pero no me juzgue tan pronto. Era tiempo necesario para recuperarme de mis múltiples caídas emocionales debido al amor mal correspondido y a todos esos vicios de juventud que te acarrea una personalidad ermitaña.
Me llegaron un cúmulo de mensajes que pretendía ignorar, pero uno llamó mi atención. Decía algo sobre escribir una carta. Mis ánimos se ablandaron un poco, y comencé a pensar. ¿Qué decir?, y ¿Qué dirán?
Me sumergí en un mundo de fantasía en el que le pedía perdón a toda la gente por el odio intermitente, por mi personalidad arisca y por los accidentes ocasionados. Entonces te reconocí a ti, en algún lugar recóndito de mi mente, te vi tan luminiscente y me puse feliz.
Después de mi estado sentimental y mi redacción diurna, me fui a dormir y me percaté de que ya no sentía la pesadez del cuerpo, ni el olor, ni ese deseo animal de destrozarlo todo desde que me habían maldecido con la apariencia de una bestia. Tal vez yo no fuera malo, tal vez sólo me equivoqué.
Al recordar los sentimientos buenos que había dentro de mí, todo cobraba un poco de sentido. A la mañana siguiente, era un humano, no un monstruo, y tenía ganas de vivir. Tal vez conociera a alguien nuevo, tal vez te conocería a ti.