Así es él y con todo lo que sucedió comprendí que de mi presente me hacía cien por ciento responsable. Nadie más movió las piezas del laberinto para que llegara a ese lugar.
Fue una obstinación enfermiza lo que me llevó a terminar de esa manera.
Cuando lo analizaba a lo lejos me daba bastante tristeza pensar en que nadie me había buscado en realidad, en ningún mundo nadie se esforzó una vida entera para estar ahí conmigo.
No logro comprender cómo es que no pude enojarme ni una vez en mi vida sin que otro humano me culpara por mis propios sentimientos incluso cuando otro era el causante. Nunca pude sentir nada sin que alguien más se victimizara y minimizara todo lo que me había pasado a mi.
Me acostumbre a dejar pasar las cosas y simplemente seguir con la vida, mientras me decía a mi misma que yo podía con esa carga, esa carga de no llegar a nada, no solucionar nada y no significar nada para nadie, ni siquiera como para que me tocara la maldita puerta y me dijera: lo siento por hablarte así.