Ese día caminaba con rapidez hacia el transporte público. Iba a ver a mi novio. Ya llevaba con él mas de cinco años y se suponía que no tenía permiso de visitarlo cuando me diera la gana por culpa de un tipo de horario de visita que él mismo estableció. Me resultaba ridículo porque lo extrañaba, y si eso pasaba, la lógica me dictaba que podía ir a verlo. Así que decidí que a pesar del mal clima y de la distancia del viaje, le daría una sorpresa.
Por fin logré alcanzar el transporte y abordé. Eran dos horas de camino así que decidí avanzar un poco en la tarea. Saqué mi diccionario de latín porque en mi materia de Historia de la lengua tenía que hacer bastantes traducciones burdas.
Varios planes rondaban mi mente y no lograba concentrarme lo suficiente en la traducción express.
Cavilaba entre lo que sería mejor para sorprender a mi novio en nuestras próximas festividades, tenía algunas ideas: un baile romántico, cena para dos, algún tipo de fiesta extravagante como ésas en las que tienes que usar antifaz, incluso podía comprar unas entradas al cine. Pero sabía que a él le gustaba lo simple, probablemente podría llevarle comida a la cama y ver películas juntos en la comodidad del hogar y eso le agradaría más.
Preferí platicarlo con él en persona antes de gastar mi dinero y que no le parecieran buenas mis ideas, aunque eso podía arruinar la sorpresa, era preferible a que él se molestara, porque a veces pasaba. Bajé del transporte y me apresuré hacia su casa antes de congelarme por el terrible frío. Le llamé para preguntarle si estaba ocupado y él respondió que sí, que hacía tarea en su casa y continuó con una serie de explicaciones sobre la misma. Yo tenía llave de su departamento pero nunca llegaba sin avisar. Al fin y al cabo era una visita sorpresa y no tenía que molestarse conmigo.
Abrí la puerta de entrada al edificio, subí lo que me parecieron un millón de escaleras y al fin llegué.
Pensé en tocar la puerta pero sabía que estaba encerrado en su cuarto, así que hice el menor ruido para no incomodar a sus roomies y abrí.
Parecía que no había nadie. En eso, escuché ruidos y me quede paralizada cuando mi mente decifró lo que significaban: una mujer gimiendo, movimiento de camas, así que alguien estaba teniendo sexo y desee que fueran los roomies, los vecinos, o que mi novio estuviera viendo pornografía, pero que no fuera lo que comencé a notar que era. Fui con miedo hacía su habitación, abrí lentamente la puerta y allí estaba el mentiroso. Con una mujer desnuda encima, me dedicó una mirada llena de espanto y vergüenza. La chica volteó hacia mí y la identifiqué como una amiga de la escuela. Comenzaron a tener sentido los horarios de visita.
Me dí la vuelta y corrí hacia la calle, era muy tarde ya pero no importaba. No quería volver a verlo, no quería pensar. Comenzó a llover y las gotas se confundían con mis lágrimas. Corrí sin mirar en realidad hacia ningún lado, la tristeza me consumía. Lo último que recuerdo fue ver una luz aproximándose a gran velocidad y sentir un dolor que no superaba el de mi interior.

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