Me gustaba más vivir de noche. Durante todo el día cargaba con un letargo interminable hasta que el sol se ocultaba. No lo entendía.

De chica me costaba menos trabajo levantarme. A las 5 am andaba brincoteando con emoción si se trataba de un día festivo.

De noche mis ideas eran vastas y extrañas. Los planes más maquiavélicos se me ocurrían. Me gustaba pensar que al día siguiente pondría en marcha todo lo que se me había ocurrido, pero al día siguiente parecía que me habían drenado la energía hasta que volvía a anochecer.

Ese ritmo de vida no me permitía desenvolverme correctamente. Y comencé a hacerme cada vez más chiquita.

La gente se preguntaba el porqué de mi pequeñez, y a mi me costaba trabajo explicarlo.

Se pensaba que era mi alimentación pero ya había probado de todo lo necesario. Los arranques de energía no me duraban tanto tiempo pero eran muy poderosos. En esos arranques fui planificando lo que fue al final mi vida.

Me quedé chiquita, por eso me llamo Minni, y no fue una decisión.

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