Dentro de la oscuridad de los tristes ojos profundos que aparentaban una inseguridad latente, yacía un devorador empedernido que no era tan malo como parecía… En la soledad aguardaba, buscaba y luchaba por ella, porque solo así lograba obtener una porción de su instinto real: un anhelo de sinceridad, la ternura enterrada bajo pilas de superficialidad, el dolor cansado de una vida de lucha y la esperanza perdida, que era como un tesoro oculto en su corazón.

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