No hay un punto de partida. El movimiento lo es todo. Él miraba como atolondrado hacia todas partes. Las cosas salían volando.
Sus acompañantes huyeron mientras él se escondía detrás de un auto. Lo volátil continuaba. Los pedazos que se le cayeron corren tras él. Eran pedazos de alma.
Ella lo encontró.
-Deberías conocerme – dijo ella.
-No deberías herirme – dijo él.
-Todos te han abandonado – continúa ella.
-Tú no. Nunca pudiste.
-Pero quería – dice mientras una lágrima corre por su mejilla.
-Ya me conocías – dijo él con seriedad.
-No debías herirme. – dijo ella con la voz cada vez más rota.
-Cúlpate a ti misma. – responde él con brusquedad.
El rostro de ella se deformó y su cuerpo se empezó a contorsionar. Su figura se fue desvaneciendo y solo se escuchaba su voz.
-Muérete solo. – dijo ella. Y el corazón de él dejó de latir.