Corrió hacia el patio al escuchar que el agua se salía por todas partes. Una llave abierta le ocasionaba problemas cada tanto por el descuido con el que solía vivir.
Comenzó a caminar de un lado a otro en un intento de cumplir con ciertas labores del hogar que la tenían subyugada al grado de quitarle más de dos terceras partes de su día.
Al pasar sobre uno de los trapos que secaban sus pies para ingresar del patio a la casa, vislumbro una huella similar a las que figuraban huellas de tigre en las películas de su infancia. Asustada, pero al mismo tiempo irónica, parpadeó varias veces al mirar la huella de agua mientras recobraba la forma de un simple pie humano.
Continuó sus labores pero al pasar por ahí, volvía a percibir la huella que se desvanecía al mirarla de cerca. Comenzó a figurar huellas de oso y de extrañas bestias con garras cada vez más afiladas, luego su pie.
En lo que intentaba dejar de pensar en eso y concluir con las labores de la vida diaria, comenzó a pensar en lo esclavizada y extenuada que se sentía.
Huellas otra vez. Comenzó a enojarse. Pensó que tal vez había una bestia en la casa,
¿o estaba por fuera? Entraba y salía tal vez, y descomponía la huella anterior. Solo debía ser su imaginación. El olor de los desinfectantes la había mareado – comenzó a pensar. La lógica comenzó a inundar su cabeza hasta que dejó de temer a la bestia en la casa.
Pero su mente no lograba concentrarse en sus actividades. ¿Qué era lo que estaba pensando? Lo olvidaba. Sintió cosquillas en las piernas y se agachó sin mirarlas mientras manoteaba para espantar los bichitos que imaginó recorrer su cuerpo, era natural que sucediera eso en su jardín. Sus manos tocaron un terciopelo a modo de pantalón de frío, como si sus piernas estuvieran cubiertas de pelo. Asustada miró sus piernas y vio la imagen de unas piernas de animal desvanecerse en un segundo.
Entró en su casa y comenzó a sentir un poco de confusión, no tenía miedo. En lo que caminaba al interior de su casa admiró la limpieza de cada pieza, todo estaba en perfecta armonía, sus pagos estaban hechos, no tenía más pendientes de nada, o eso comenzó a sentir.
La invadió una necesidad de salir al jardín pero debía ducharse. Al entrar a su habitación vio un reflejo extraño en el espejo cuando ella pasó. Regresó al espejo y unos ojos amarillos le devolvieron la mirada. Un pelaje negro cubría su cuerpo entero y había cierta expresión maliciosa en su rostro.
– Somos libres – entendió en su propia voz gutural.