No esperes grandes cosas de mi porque estoy seguro de que te voy a decepcionar. Me miran en todos lados pensando en la perfección que emana de cada uno de mis actos, de mis gestos, de mis palabras.
Están todos equivocados, y si alguien tuviese el infortunio de conocerme realmente, se daría cuenta de la gran farsa que han creado sus mentes. No, no dejo que nadie se acerque lo suficiente, así que se complica un poco el asunto de descubrirme tras la máscara eterna que llevo puesta. Pero si así fuera, ¡vaya suerte!
No hay tal, ni maravilla ni profundidad. Toda la vida me he esforzado realmente en ser normal. Que lo patético me consuma y me haga parte de la arena como sólo un grano más.
Así que no te acerques con tus vanas ilusiones, tus ojos brillantes y una sonrisa que me enferma, a decirme que quieres un futuro conmigo, que soy especial, que no amarías a nadie más y que precisamente mi simplicidad y sencillez, mi carisma y mi cuerpo te han atrapado por completo. Ya no quiero escucharlo porque me da tristeza. Sólo me gustan los placeres carnales y no significas nada para mi, ni tú ni nadie.
Diría que estoy cansado de este vacío permanente, pero no es así. No quiero que me cambies y no pienso cambiar. Me gusta divertirme con lo que tengo al alcance, y no tengo saciedad. Me gusta intentarlo todo, no me da miedo lastimar, de hecho, ni siquiera noto cuando lo hago.
Así que olvida tus estupideces y deja de esperar un cambio, deja de esperar que me enamore de ti porque eso no va a suceder jamás. Deja de pelear con otras mujeres por mi amor porque tampoco las quiero a ellas. Tú y todo lo demás son simples pasatiempos que no van a trascender en mi existencia. No pretendo que estés conmigo en unos años, ni pretendo que seas la madre de mis hijos. No me interesas, y me encantaría que lo entendieras.
No cambiaré, y menos por ti. No me admires, no vale la pena. No soy nada ni nadie y no pretendo serlo. Estoy bien y soy feliz, no necesito que nadie me salve. Puedes estar conmigo sin expectativa, en un simple juego, porque no te quiero. No me pidas, no me exijas.
Así que ya deja de decepcionarte y cada vez que las ilusiones vuelvan a asomarse en tu cabeza, repite esto: No necesita que nadie lo salve.